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Reconstrucción ligamentaria

En estos casos, el paciente sufre un dolor agudo en la rodilla acompañado de una sensación o ruido de “crepitación”. En los primeros minutos, la rodilla se edematiza al llenarse de sangre proveniente de los vasos sanguíneos desgarrados del ligamento. La mayoría de los pacientes no puede continuar la práctica deportiva debido a dolor, inestabilidad o la sensación que la rodilla “cede”, lo que impide en general descargar sobre esa pierna.  

 

En las semanas posteriores a la lesión, es posible que la rodilla se estabilice pero dado que los ligamentos rotos rara vez cicatrizan satisfactoriamente, la articulación se percibirá “vulnerable” y es probable que la rodilla ceda en caso de esfuerzo. El paciente también puede sufrir dolor, edema y rigidez, particularmente si se dañaron otras estructuras como las superficies articulares o meniscos. Estos cuadros se ven predominantemente en pacientes jóvenes, activos y que practican deportes pero pueden afectar a personas de cualquier edad y a causa de cualquier tipo de accidente como por ejemplo, caída en el hogar, lesión deportiva o accidente de tránsito.

 

La rotura del ligamento cruzado anterior es una lesión seria de la rodilla, que se ha convertido en un problema extremadamente común debido al mayor tiempo de ocio y la práctica deportiva. Se calcula que a nivel mundial se producen alrededor de 100.000 lesiones de ligamento cruzado anterior por año asociadas exclusivamente a la práctica del esquí y otros deportes de contacto.

 

Debido al marcado aumento de la demanda de cirugía, la extensa investigación realizada en los últimos 20  años ha mejorado considerablemente las técnicas quirúrgicas.

 

El ligamento cruzado anterior (LCA) es una estructura importante, resistente, imposible de “reemplazar” realmente. Aún después de la cirugía más efectiva la rodilla nunca quedará “como nueva”. Frecuentemente existen lesiones asociadas de cartílago (superficie articular) que se pueden afeitar, o en las que se puede promover la auto-reparación usando en la cirugía la técnica de “estimulación de la médula ósea” (microfractura, pequeños orificios fresados en el hueso expuesto para promover el crecimiento de células reparadoras de cartílago a partir de células madre de médula ósea). Esto puede requerir cirugía artroscópica adicional en el futuro. Sin embargo, no hay duda que la inestabilidad recurrente de la rodilla es un síntoma muy severo y discapacitante para el cual las técnicas actuales tienen 90 – 95 % de eficacia.

Si no se reconstruye el ligamento, especialmente en pacientes jóvenes y activos, es probable que la rodilla siga “cediendo”, provocando más daño, llevando a cirugía más invasiva y acelerando la aparición de osteoartritis degenerativa. Los estudios demostraron que si los meniscos y el cartílago articular sufren mayor daño, aumenta significativamente el riesgo de padecer artritis dolorosa en el futuro. La cirugía no siempre impide que esto ocurra ya que puede ser una consecuencia inevitable de la severa lesión de rodilla ya sufrida. Sin embargo, es razonable pensar que el efecto estabilizador de la cirugía reducirá mayores daños a otras estructuras que se encuentran dentro de la articulación.

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La mayoría de los cirujanos utilizan tejido autólogo para reemplazar el LCA dado que  tiene menor probabilidad de provocar problemas a largo plazo. Recurriendo a las técnicas mínimamente invasivas más novedosas de obtención de reemplazos, el Dr. Lisandro Carbó utiliza tendones de isquiotibiales del propio cuerpo (se pueden palpar como cuerdas firmes en la parte posterior de la rodilla o a lo largo de la parte interna del muslo) para reconstruir el LCA. Otras opciones para reemplazar al ligamento dañado son la utilización de injerto autólogo del tendón rotuliano o incluso injerto cadavérico.

 

El uso de 2  tendones (de los 4 originales) de isquiotibiales para reconstruir el LCA se asocia con tasas inferiores de dolor en la parte anterior (rótula) y aparición más tardía de artritis en comparación con otras técnicas. La gran mayoría de reconstrucciones utiliza injertos autólogos de tendón de isquiotibiales obtenidos de la misma pierna que se está interviniendo. Ocasionalmente, es posible que deba utilizar los tendones de la pierna contralateral “sana” y, en casos muy poco frecuentes, habrá que recurrir a tejido ligamentario esterilizado de otros ´donantes' obtenidos a través de banco de tejidos certificados por el INCUCAI.

 

Es también importante destacar que para darle estabilidad al nuevo ligamento se utilizan diversos sistemas que permiten fijarlo al hueso hasta que se complete el proceso de “ligamentización” (cicatrización). Actualmente se utilizan sistemas de fijación como botones o tornillos biodegradables.

 

La intervención realizada no siempre es igual a la de otros pacientes con “rotura de ligamento cruzado anterior” y las cicatrices también pueden variar. Se trata de una cirugía “mayor” y no está exenta de potenciales complicaciones. Las complicaciones más comunes después de una reconstrucción del ligamento cruzado anterior son rigidez de rodilla, dolor en la parte anterior de la misma (relacionado con las cicatrices), falla del injerto de reemplazo (esto puede ocurrir con cualquier tipo de tejido injertado en el cuerpo), edema persistente, falta de sensibilidad en la pantorrilla, infección y trombosis (coágulos). 

La incidencia de las dos últimas complicaciones es pequeña, habitualmente  menor a 1% de los casos. Solamente se le recomendará la cirugía tras un minucioso análisis de los riesgos y beneficios de su caso, y es importante comprender que la operación tiene por objeto reducir la inestabilidad (la rodilla que “cede”) y aliviar otros síntomas como edema y dolor. 

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